viernes, 21 de agosto de 2009

La herida del Imperio

El río esmeralda bañaba las orillas de la Ciudad del Alba, como todos los días. Los disfónicos saludos de quienes ingresaban al Templo de Los Gemelos se dejaban oir quedo, amortiguados por las alfombras rojas. Arriba, muy alto, las cúpulas dejaban ver rectángulos de cielo de un azul intenso. Los jardines rodeaban las torres en apretujados laberintos de cemento y luces, vidrios y metales, por donde los seres transitaban ritualmente hacia sus lugares en la cotidiana ceremonia del Imperio. Era un día cualquiera dentro del Templo, pero había llegado la digna hora de la Fiesta de la Profecía que, desde siempre, era resignadamente sabida y esperada por miles y miles de peregrinos de todos los mundos... Figuraba en el Gran Libro. Pero este mundo lo había olvidado, preocupado de enriquecer al Imperio.
Mientras tanto, desde el océano infinito llegaba el misterioso Portador de Futuro.
Viajando silenciosamente la nave pasó entre los ariscos arrecifes cubiertos de terrazas y antenas. En su proa viajaba el Vigía del Tiempo, portando el Gran Libro en sus manos, donde figuraban, entre otras, las profecías del desencadenamiento del sol y la luna en el firmamento.
El oráculo de la nave hundía el puñal... Un gemido profundo, venido desde el fondo de un vientre olor a jacinto y avellana, se colaba hasta los pasajeros que esperaban quietos, inertes, como un enjambre de abejas confundidas, sabiendo que estaban al borde de la nada. En el Templo de los Gemelos nadie escuchó el tic tac marcado por este reloj de la muerte, no tanto por la distancia como por lo inesperado. Un nuevo impulso daba cada gemido a las alas y la nave venía desde el océano infinito. Ningún navegante hablaba, nadie sonreía, sólo miraban hacia el horizonte sin apartar el pensamiento del Vigía, sin gestos, sin tomarse de las manos aun, cada uno sabiendo que todos sabían...
En el Imperio, dentro del Templo, el murmullo era profundo y cotidiano, no esperaban esa nave detenida desde hacía siglos en el pasado. Aparentemente nada sucedía... Pero el reloj golpeaba con su báculo sobre la ciudad, pariendo la historia, cada vez que el puñal se hundía en la vida y salía desde los sueños construyendo la muerte.
En el fondo de la nave, bajo cubierta, un mundo se estaba transformando, fuerzas inconcebibles estaban siendo barajadas entre dioses, los cubículos de almas se inventariaban en series de miles a cada instante.
Los Hermanos habían crecido aferrando materia y energía a una ley de equilibrio. Su sobrevivencia había dependido de que su altivez tuviera relación matemática con la naturaleza, aunque la eternidad que les otorgaba el mundo en su memoria dependía nada más que del mito. No se supo recordarlos descubriendo códigos para cuando el horror tuviera inteligencia en medio de la bárbara ignorancia. Se permitió que de ciencia a símbolo de dioses, la memoria se fuera construyendo libre, sola, encadenada sólo al poder del Dios de esa hora. Así se fue perdiendo el conocimiento, transformando el método en rito, confundiendo fantasías con sueños, probabilidad con deseo. Se dio ritmo humano a la creación en la magma violácea del caos de las ideas, queriendo eternizar al Imperio. Pero el Vigía había predicho su mortalidad y la humanidad no supo leer en sus labios.
En el Templo había comenzado otro día con la ceremonia de la declaración de los misterios, entre rezos y cantos. Hasta la playa llegaba el conocido sonido de cuerpos que se movían sobre las rocas, el ulular del viento, palomas, rugidos de motores en cascadas. De pronto se dejó caer la noche en forma repentina. Y una luz primitiva, como una candela de musgos encendidos, se reflejó en el agua esmeralda. Los cristales perdieron su color y la vida perdió su aroma de jacinto y avellana. Todo pareció convertirse sólo en sombras, los seres habían entrado a través de las ventanas desde el aire al Templo, ahora sí en una infinita cadena de manos enlazadas que el caos fue cercenando en trozos de carne inconsistente. Los hermanos volvieron al polvo del cual habían sido recreados, arrastrando vidas, sueños y fantasías.
En cada piedra quedó una mota de horror con la cual el Imperio pagó su soberbia y su olvido.
En la barca el Vigía del Tiempo golpeó con su báculo por última vez. Un temblor cavernoso subió por los arrecifes. Un instante después la idea de Dios se había ido de todos. Los muertos quedaron por una noche en la playa y, al día siguiente, además de arena, allí sólo había una profecía cumplida justo a tiempo y otra más, en signos que nadie quiere ver.

Fidel y Gladys


Los alcances de la corrupción

Cuando el poder corruptor del capital financiero se ejerce sobre capitalistas, este se enmarca en una afinidad ideológica. Cuando se dirige a gente comprometida en una revolución socialista y estos sucumben a ella, su triunfo es triple: económico, ideológico y moral.
Y los dioses…

El color azul del cielo me dice nada, sabes,
derrocha azul, derrama azul a todo evento,
detrás del viento solo hay sombras,
la chatarra celeste nadie la nombra,
el oscuro espacio envuelve con nada
la terrestre caracola amalgamada
de cemento, hierro y nacimientos.
¿Y los dioses?
Cúbrete con el manto del miedo,
ahora,
frente al espejo de tus sueños,
frente a tu suspiro de trascendencia.
Cúbrete de tu mirada acusadora,
ahora,
perdónate la vida ante la inmensa
certeza de morir.
¿Y los dioses?
EL silencio roto por las cosas que se rompen,
abiertas las verdades cruje la fe,
la dimensión de creer ya no es la primera,
sólo se encuentra al final de la cuántica esperanza
de conocer.
Y que bien que así sea.
Gira caracola, gira.
Y amen.

Con la mitad nos basta

El éxito de una revolución depende de que la masa popular organizada, el pueblo, sustentada en el poder que le otorga su historia, actuando lo más efectivamente en el sentido de su realidad social, sea multiplicada por la conciencia elevada a una potencia superior, la que logra adquirir actuando en esa misma realidad social.
El mayor impulso revolucionario se alcanza cuando la fuerza del pueblo y la conciencia que éste tiene de su realidad, convergen totalmente hacia los objetivos propuestos.